lunes, 27 de agosto de 2018

CUANDO EL JEFE NO ESTÁ MIRANDO O EL VALOR AGREGADO PARA UN DESEMPEÑO SUPERIOR




Por: José Manuel Vecino P.*

La cotidianidad empresarial transcurre en la permanente relación con los diferentes miembros de las diferentes áreas de la empresa, incluidos los jefes que han sido designados para acompañar el cumplimiento de las tareas propias asignadas y el aseguramiento de los resultados previstos. Cada uno de los integrantes del equipo de trabajo reconoce que han sido seleccionados por sus competencias y entienden que su desempeño será calificado no solamente por la gestión que realiza sino también, y quizá especialmente, por los resultados que obtenga a la hora de evaluar y evidenciar sus resultados con sus clientes, sean interno o externos.
Cuando nos asignan ser parte de un equipo de trabajo seguramente tenemos claro lo que se espera de cada uno de nosotros y reconocemos que nuestra contribución resulta significativa por cuanto se articula con el aporte de los demás integrantes del grupo quienes creemos serán nuestros aliados en el desarrollo de las diferentes actividades del área. Se trata de reconocer lo que significa una experiencia laboral compartida, una relación interpersonal que se consolida en la medida que participamos del mismo logro esperado, cuando damos el adecuado uso a los recursos asignados y cuando nos apoyamos para hacer que la felicitación, si llega, sea merecida y celebrada de modo conjunto.
La supervisión y vigilancia que ejercen nuestros jefes nos llevan a entender que sus recomendaciones y aportes al trabajo que realizamos son una oportunidad para continuar aprendiendo y al mismo tiempo para desarrollar nuestras potencialidades de tal manera que podamos sobresalir mediante la implementación de nuevas y mejores formas de hacer la tarea que nos han encomendado, dando el valor agregado que alcance a sorprender positivamente a nuestros clientes, compañeros de trabajo y a nuestros jefes.
Un comentario que suele escucharse en los pasillos y  puestos de trabajo es “deje así que el jefe no está mirando”, como invitación a la mediocridad y al abandono de la autodisciplina y la exigencia para entregar un trabajo de calidad. Sin embargo es evidente que semejante consejo no es seguido por aquellos que serán identificados y calificados como sobresalientes al momento de evaluar los resultados obtenidos.
Hoy en día van tomando fuerza algunas tendencias relacionadas con la importancia de alcanzar bienestar, felicidad en el trabajo, engagement e identidad con la organización; se han desarrollado y desplegado diferentes elaboraciones conceptuales respecto a la importancia que tiene construir y mantener ambientes laborales sanos, saludables y armónicos que tengan como consecuencia la retención del talento y el desarrollo de una cultura organizacional que se fundamenta en el sentido de pertenencia del colaborador. En este sentido el papel relevante del jefe inmediato consiste en abandonar su nombre de cargo y entender el alcance de su gestión con los integrantes del equipo de trabajo, clarificar el perfil personal y laboral de quienes hacen parte de su equipo y reconocer las capacidades de cada uno de ellos que le permita establecer con claridad las tareas que tiene asignadas y los resultados esperados, llevando a que el colaborador interprete y asuma que su trabajo es una fuente de inspiración, motivación y desafío.
El juicio sobre el compromiso laboral quizá deba hacerse precisamente cuando el jefe no está, cuando cada quien deba abordar que el resultado de su gestión se da a partir del reconocimiento de lo que es su expertiz, experiencia y conocimiento el cual le llevará a desarrollar una gestión sobresaliente, que será sin duda motivo de satisfacción personal y que será valorada por quienes serán sus clientes del proceso.
Cada colaborador en la organización reconoce que tiene un valor agregado que dar en su trabajo cotidiano y que por tanto debe desarrollar algunas competencias que lo harán especial al momento de los reconocimientos, los que van más allá del salario y los aspectos contractuales. Se trata de fortalecer una dinámica personal que no depende de los horarios ni de los reglamentos, es una mentalidad que incorpora los pensamientos relacionados con el desarrollo personal, con la visión personal que se materializa en la permanente búsqueda de resultados superiores que son alentados de adentro hacia afuera, que retan la imaginación y exigen la construcción de alternativas que vayan más allá de lo establecido como aceptable por los manuales y los jefes.
“Cuando el jefe no está” debería ser una propuesta empresarial asociada a los programas de mejoramiento del desempeño, una filosofía de trabajo que exalte el compromiso del colaborador que percibe que su organización es un lugar donde, como dicen Kaplan y Norton, “Vale la pena trabajar”.
Espero que esta breve reflexión permita abrir la imaginación a nuevas maneras de construir planes de retención en la empresa, nuevas alternativas para tejer en el interior de cada colaborador una red de motivos que lo lleven a hacer las cosas bien sin necesidad que el jefe me esté mirando.

José Manuel Vecino P.* Magister en Gestión Ambiental, Especialista en Gestión Humana, Gerente de Gestión humana, Consultor empresarial y Docente Universitario.








lunes, 13 de agosto de 2018

EL RETO DE HACER REALIDAD LA ESTRATEGIA MEDIANTE DECISIONES ACERTADAS Y OPORTUNAS



Por: José Manuel Vecino P.**
La búsqueda de mejores destinos para la organización, el afán de permanecer en mercados turbulentos, cambiantes y competidos y la necesidad de implementar modelos o sistemas que permitan medir la gestión y los resultados de los colaboradores y la empresa, llevan a la necesaria puesta en marcha de teorías gerenciales acordes a los nuevos tiempos empresariales.
La responsabilidad gerencial, en términos estratégicos, tienen que ver con la capacidad que poseen los directivos de primer nivel de responder por las consecuencias de las decisiones que toman para asegurar la permanencia y la rentabilidad de la operación; de comprender el impacto que tendrá para sus clientes, proveedores y colaboradores las decisiones asociadas a la implementación, o no, de iniciativas que nacen de estrategias orientadas al crecimiento de la empresa, al ingreso a nuevos mercados, el diseño de nuevos productos, entre otros.
Las capacidad para tomar decisiones gerenciales es una habilidad que debe entrenarse y ser desarrollada, sin embargo, y lamentablemente, no son muy populares las escuelas que enseñen a los gerentes, actuales o futuros a comprender que las decisiones no solo es preciso tomarlas, es necesario convertirlas en acciones efectivas y en un contexto específico, lo cual significa que deben ser acertadas y oportunas ya que las consecuencias para la organización pueden representar logros cualitativos en su estado de resultado o bien abocarlos a crisis que implican manejos especiales. Conocemos muchas compañías que han pasado por etapas de crisis y desierto para convertirse a la vuelta de pocos años en líderes del mercado, reconociendo que ese resultado fue consecuencia de las decisiones gerenciales y estratégicas que tomó el equipo directivo.
Es claro que existe abundante literatura sobre el tema y que muchas universidades en sus programas de pos-grado tienen aproximaciones prácticas para entrenar los aspectos fundamentales de la toma de decisiones. Igualmente existen modelos específicos para las empresas, particularmente me parece muy apropiado el texto de Dave Marcum  titulado “Business Think”*, especialmente para los directivos de empresas que quieran reconocer una ruta metodológica que ayude a tomar mejores decisiones para sus organizaciones. Invito para que revisen cada uno de los pasos propuestos en este esquema que va desde “olvidarse del ego” que nos invita a reconocer que no somos omnisapientes, pasando por el efecto de la onda que nos aterriza en el impacto que pueden tener sobre otras personas o áreas de la organización las decisiones que se toman hasta “busque la causa no los síntomas” que implica reconocer cómo en muchas ocasiones nuestras decisiones se orientan a resolver los sintomatologías de problemas que casi siempre resultan mucho más complejos y en ese sentido también nos lleva a reconocer la importancia de contar con “evidencia sólida” y no solamente con “evidencia circunstancial” para la toma de mejores decisiones.
El cargo de Gerente tiene inmersa la responsabilidad de asumir las consecuencias de las decisiones que van a determinar el rumbo de una gestión específica, sea interna o externa. La búsqueda de mejores resultados corporativos pasa por iniciativas orientadas a mejorar los ingresos pero también por aquellas que obligan a recortar, optimizar y racionalizar los costos y gastos de la operación y la administración, por tanto las consecuencias pueden variar e ir desde un acierto/desacierto al implementar una estrategia comercial hasta reconocer las variaciones en el clima laboral, la rotación de personal y su impacto en la gestión. Acertar en la decisión es fundamental, pero esto solo se sabrá cuando se evidencien las consecuencias de las mismas. Simultáneamente las decisiones deben caracterizarse por ser oportunas, lo cual es de gran valor porque de nada sirven decisiones que pudieron ser acertadas pero se tomaron fuera de tiempo, la extemporaneidad en la toma de decisiones tiene también consecuencias para el cliente y demás grupos de interés.
Al Gerente se delega la toma de decisiones que permitan a la organización navegar por aguas tranquilas, siempre avanzando y alcanzando los resultados propuestos, es quien lleva el timón y orienta la ruta que debe seguir para que haya menos riesgos e incertidumbre en el camino que se recorre. Su gestión como estratega, será calificada por los resultados, pero se entiende que será su capacidad de interpretar la realidad la que lo lleve al puerto seguro que definió en su visión y que aseguró en las estrategias organizacionales. El gerente entiende entonces que debe apropiarse e involucrarse en los temas estratégicos de la empresa, que debe abandonar sin temor las situaciones que necesitan ser resueltas y definidas por otros niveles de tal manera que pueda concentrarse en lo importante sin distraerse en asuntos propios de la función cotidiana de la empresa y que debe, a su vez, ser definidas por quienes han sido nombrados para ello.
Ahora bien, si lo anterior resulta coherente y pertinente, también es claro que cuando uno de los miembros del equipo busca ayuda y solución en su jefe inmediato, éste debe asumir como propia dicha situación y apoyar el proceso de toma de decisiones de tal manera que sea una experiencia de aprendizaje donde el jefe inmediato sirvió como entrenador a su colaborador y al mismo tiempo se asegura una acción que beneficia a la empresa en su funcionamiento. En ocasiones algunos jefes dicen a sus colaboradores “decida usted” “tome la mejor decisión y me cuenta” “ese tema es su responsabilidad” etc.., y cuando ocurren errores o escalan situaciones o problemas, es el mismo gerente quien ahora dice “Por qué no me aviso” “me hubiera informado” “Esos temas sólo los resuelvo yo “para qué cree que estoy”, etc. Así las cosas la toma de decisiones implica también reconocer las canchas de juego en las cuales cada cargo tiene su propio alcance y debe ser reconocido por cada uno de los integrantes de los equipos de trabajo.
Lo anterior invita a reflexionar sobre las consecuencias que tiene la indecisión en la organización y en los equipos de trabajo. En muchas ocasiones nombramos supervisores, coordinadores, directores y  hasta gerentes porque han desarrollado un buen trabajo durante algún tiempo en la organización, sin embargo, no siempre hacemos un proceso juicioso de calificación de las competencias requeridas y terminamos por nombrar personas que temen a sus equipos de trabajo o a sus jefes, personas que no toman decisiones porque no están seguros que sea de su resorte y por tanto sus colaboradores, que notan las consecuencias de su indecisión, terminan por consultar directamente a una instancia superior o arriesgarse en la alternativa que consideran correcta; igualmente, los jefes de estas personas comienzan a percatarse que su aporte es poco o nulo en las reuniones a las que asisten, que sus equipos no les reconocen liderazgo y por tanto se van in visibilizando y volviendo poco relevantes de tal manera que se considera, más temprano que tarde, la salida de esta persona de la organización.
En resumen, diría que la toma de decisiones efectivas deben ser oportunas y acertadas especialmente en los niveles estratégicos de la organización y que es necesario desarrollar al interior de la empresa un programa de entrenamiento que permita fortalecer en quienes ocupan actualmente o lo harán en el futuro los cargos de dirección, la habilidad para tomar decisiones y convertirlas en acciones que representen impactos positivos y sobresalientes en la gestión, la productividad y resultados del área sobre la cual es responsable haciendo que necesariamente impacte también en los éxitos corporativos y por tanto en la competitividad que le permita no solo mantenerse en el mercado sino también marcar la diferencia que necesita para ser protagonista del futuro empresarial.
* Marcum D. (2003) Business Think. Norma

**José Manuel Vecino P.: Magister en Gestión Ambiental, Especialista en Gestión Humana, Gerente de Gestión humana, Consultor empresarial y Docente Universitario

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