En el presente artículo se pretenden expresar, de modo breve, algunas reflexiones sobre la importancia que tiene la educación ambiental en el ámbito social; se trata de mostrar de manera práctica el desafío que significa para una sociedad globalizada como la nuestra, el diseño y puesta en marcha de modelos de educación ambiental que realmente muestren su efectividad y capacidad para convertirse en agentes generadores de prácticas sociales que integren lo ambiental como un elemento transversal a todo el proceso de integración conceptual del ser humano, sin desconocer los contextos históricos y geográficos en los cuales se enmarca la acción educativa. Se recoge, entre otros autores, a E. Morin como pensador capaz de invitar a subvertir las maneras clásicas de abordar el tema de lo complejo como necesidad del pensamiento y por tanto abrir la posibilidad de un pensamiento creador y diferenciador que entiende que la comprensión de la realidad no puede quedar enmarcada en categorías simples que, quizá, fueron propuestas como alternativas para la intuición de una realidad que se predica como compleja. De suerte entonces, que lo complejo es la alternativa de lo simple (Morin, 1994) y al mismo tiempo es una advertencia y un llamado a la humildad, que a mi juicio, refiere nuevamente a los primeros filósofos griegos que reconocen la vida como una dinámica irrepetible y en la cual no se hace fácil volver (Heráclito).
El conocimiento, pasa
entonces por la experiencia que se vive en la cotidianidad y que se reporta
como insumo del conocimiento permitiendo establecer modelos conceptuales que
orientan las expresiones necesarias en procesos de formación ambiental que
atiendan la evidencia de una racionalidad que surge desde distintos puntos y no
solo desde lo unidireccional o unidimensional como lo plantea H. Marcuse, para quien lo
educativo es la expresión del principio de realidad capaz de transformar los
modelos existentes en nuevas experiencias que hagan presente la utopía que se
daba por finalizada. Por otra parte, es necesario considerar la posibilidad de
promover una nueva racionalidad que tenga la capacidad de generar nuevas
alternativas en el saber y en hacer (Caride 2008) para que lo ambiental sea
enriquecido desde dentro del pensamiento mismo y no que se considere como un
elemento cuyo valor reside en su exterioridad y en su utilidad, tal como lo evidenciamos hoy en
día.
La educación ambiental,
por su parte, no debe verse como un término compuesto sino que en sí mismo
tiene significado propio, esto quiere decir que efectivamente no se trata de un
apellido o de un agente externo a lo que es la educación en sí misma. En este
sentido quiero reflexionar brevemente sobre la importancia que a la educación
como tal le dieron los primeros filósofos reconocidos como Sócrates, Platón y
Arstóteles, quienes son reiterativos en mostrar la educación como un proceso
integral que busca el conocimiento como objeto supremo del pensamiento, es
decir que existe en cada persona un modelo interno que nos permite no sólo desarrollar
una episteme capaz de identificar las categorías ontológicas del ser, sino que
paralelamente, la realidad es reconocida mediante una hermenéutica que nos
ubica fácilmente en modelo positivo de acción frente a la realidad. La
educación ambiental aparece entonces como un desafío para las estructuras
formales de las sociedades y especialmente de los estados que integran lo
ambiental como un elemento transversal en la formación de generaciones capaces
de sensibilizarse frente a la posibilidad y responsabilidad que se tiene con el
ambiente. Lamentablemente para muchos autores y especialmente para muchos
lectores de estos autores, la educación ambiental siguen siendo dos términos
que sumados significan algo que sin duda nada tiene que ver con el propósito de
quienes investigan de modo proactivo nuevos alcances para el término.
El diseño de
estrategias educativas, que sin duda han adquirido fuerza, relevancia e incluso
popularidad después de las conferencias que reúnen a quienes consideran que
vale la pena invertir en la educación ambiental, han permitido que estos
desiderátum dejen de ser sueños y comiencen poco a poco a convertirse en
evidencias palpables que la educación ambiental tiene algún sentido en un mundo
que a diario parece evidenciar lo contrario. En este sentido, me parece
importante recordar las palabras del principio 19 de la declaración de
Estocolmo que desde esa época anunciaba que “es indispensable una labor de
educación en cuestiones ambientales, dirigida tanto a las generaciones jóvenes
como a los adultos y que presente la debida atención al sector de población
menos privilegiado…” (Estocolmo, 1972) de tal manera que la educación ambiental
es un proyecto capaz de trascender en el tiempo.
La estrategia debe ser incluyente y permitir que la transformación
social surja de un convencimiento pleno de la capacidad de crear modelos y
herramientas efectivas y prácticas para hacer realidad la posibilidad de la
investigación ambiental como promotor del encuentro entre la experiencia y el concepto,
de la intención y la acción.
De especial relevancia
son los enfoques pedagógicos que pasan desde el positivista, el interpretativo,
socio crítico e interactivo/ ecosistémico a partir del cual considero
importante mencionar que el investigador ambiental se convierte también en un
educador en tanto que observador de la realidad. La educación ambiental se
afirma en estos enfoques y en cada uno de ellos ha desarrollado teorías y
modelos que han sido adaptado y adoptados por diferentes escuelas de pensamiento
y por tanto han generado un buen insumo para el debate académico en el sentido
de que, en ocasiones, se fortalecen posiciones dogmáticas que impiden reconocer
lo positivo de otras maneras de ver y aproximarse a la realidad. Estos
enfoques, sin embargo, han sido generados en un modelo de pensamiento
instrumentalista y no necesariamente diverso, es decir que cada uno de ellos,
si bien representan una aproximación diferente a la realidad educativa y
ambiental, tienen un origen común desde la racionalidad, es decir, que el
modernismo sigue siendo la fuente de su origen epistemológico, lo cual los
convierte en interlocutores que no representan partes opuestas del discurso
sino diferentes rostros de un mismo modelo ideológico.
Esto me lleva, a poner
a su consideración, lo que visualizo como los grandes desafíos de la educación
ambiental para el siglo XXI y que se fundamentan, entre otras cosas, en lo que
sugiere la política nacional ambiental, donde el alcance es “una cultura
ambiental solidaria, equitativa y no violenta, que entiende y respeta
las diferencias regionales y étnicas..” (Política de educación ambiental). En
este sentido considero que los cuatro grandes desafíos se pueden formular así:
1. La educación
ambiental como un propósito que trascienda el ámbito escolar. Desde hace ya
algunos años se tiene claro que el espacio escolar es solamente uno de los
territorios en los cuales se puede sensibilizar, formar y desarrollar
conocimientos, habilidades y actitudes orientadas a reconocer la naturaleza
como un integrante más de lo que se ha dado en llamar la totalidad. Existen
otros espacios que poco a poco han sido colonizados por la educación ambiental,
como por ejemplo lo ciudadano como comportamiento social que expresa la cultura
específica de una comunidad, también podemos mencionar las empresas que
comienzan a recoger las banderas de lo ecológico como argumento necesario y
requerido para aproximarse a una gestión más amigable con el ambiente; en este
sentido los esfuerzos se orientan a ir más allá de la norma o de la exigencia
legal y se promueven en las organizaciones actividades que pretenden reforzar
lo aprendido en otros escenarios, sin embargo, la evidencia dice no existen
proyectos integrados e integrales que relacionen en términos de contenido o
metodología lo que se enseña en la escuela con lo que se enseña en otros
escenarios sociales, por tanto sigue siendo un reto que poco a poco comienza a
ganar adeptos y de esta manera hacer de la educación ambiental un tema de
manejo público y no solamente un esfuerzo aislado o particular que, en muchas
ocasiones, no responde a las reales necesidades de los contextos sociales en
los cuales se desarrolla.
2. Lo ambiental como
un punto relevante en la agenda de la educación, la educación ambiental termina
siendo, en muchos casos, una clase puntual dictada por una persona llena de
buenas intenciones pero sin mayor relevancia ni impacto en la institución, de
tal manera que sus esfuerzos terminan siendo adjetivos y poco valorados. La
educación, como llave del futuro (Barker), debe integrar en su esencia
conceptual y epistemológica lo ambiental como un elemento necesario y requerido
en el proceso de adaptación, formación, desarrollo y transformación. Se
requiere entonces la llamada transdisciplinariedad que permite “abordar
problemas desde perspectivas múltiples” (McDonell,1998) y en ese sentido el
desafío consiste entonces en reconocer que los modelos educativos,
independientemente del origen ideológico al que se le quiera matricular,
contiene un llamado a extraer aquellos sistemas de pensamiento que permitan
comprender que se requiere la educación ambiental no como pretexto sino como
contexto, de tal manera que pueda ser incluido más allá de la moda.
3. El educador
ambiental como gestor de nuevas realidades. Este desafío se inspira en todo lo
que significó para el continente y para la corriente libertaria que lo atravesó
en los años 60s y 70s los esfuerzos pedagógicos de Paulo Freire y que se
concretó en lo que se llamó “pedagogía de la liberación” y cuyas banderas de concretan en su texto
“pedagogía del oprimido”(Freire 1970) que expresan un movimiento que, ante
todo, se subleva ante el statu quo y que pretende ofrecer alternativas no sólo
a quienes han sido olvidados por el sistema sino también a todos aquellos que
se reconocen ajenos a la realidad que se les impone vivir, a todos los que
identifican la alienación como un elemento disociador de la realidad requerida
en la historia que se vive; la liberación del pensamiento ocurre de modo
simultáneo con otras expresiones de rompimiento que fue llamado posmodernismo,
corriente que dice mucho para muchos o nada para quienes lo ven como un simple
ajuste a la realidad de los pueblos. El educador ambiental adquiere, entonces,
una dimensión que se reconoce mediante los resultados obtenidos, de esta manera
podemos ver que aparece un maremágnum de tendencias que se pelean el título de
cuál de ellas es la más dogmática y se han trenzado en una batalla interna que
ha tenido como consecuencia que comience a perder la credibilidad en ciertas
maneras de abordar la defensa de lo ambiental desde lo educativo. Finalmente,
considero que el educador ambiental tiene una responsabilidad que debe
redescubrir cada día por medio de sus propias acciones y que lo lleven a
ser un paladín de nuevas gestas que sean
reconocidas en los ámbitos académicos pero también en donde se libra la batalla
por la permanencia de la especie sobre la tierra.
4. La educación
ambiental como estrategia de transformación social. En línea con lo anterior,
considero que uno de los grandes retos tiene que ver precisamente con la
capacidad que tiene la educación ambiental en los procesos de transformación
que permitan conducir a procesos donde los cambios sociales permitan llevar a
sociedades más justas y por tanto capaces de reconocerse como parte necesaria
de un ecosistema que les garantiza su permanencia en el territorio. Considero
de la mayor relevancia el integrar en los procesos de formación el modelo
taxonómico de Benjamin Bloom el cuál identifica la complejidad del aprendizaje
desde la perspectiva de la comprensión del conocimiento, en este sentido el
educador tiene ante sí la inmensa tarea de reconocer en qué nivel se encuentra
su auditorio y de esta manera diseñar una estrategia que le permita asegurar la
comprensión de quienes le escuchan. De hecho, una de las evidencias del fracaso
de los procesos de transformación social tienen que ver con los inadecuados
diseños educativos que no superan la barrera de la información.
Para finalizar, es importante señalar que
la educación ambiental tiene ante sí grandes retos, pero también grandes
apoyos; si bien es cierto que después de casi 40 años los resultados no parecen
ser los esperados, no es el momento de perder el ánimo ni el entusiasmo sino
que por el contrario es una oportunidad para descubrir nuevas estrategias que
permitan poner en marcha alternativas capaces de convocar a otros sectores del
conocimiento para generar un futuro no sólo posible sino realizable; la educación
ambiental tiene también ante sí un largo camino que recorrer y los obstáculos
podrán ser superados si entrega evidencias contundentes y sólidas de que su
tarea ha sido hecha de modo responsable y que cada vez integra nuevas
instancias. La credibilidad, es una de estas fuerzas y en la medida en que su
modelo investigativo y su praxis sea creíble generará la suficiente confianza
para que cumpla un papel protagónico tal como lo recomienda Salónica al
recomendar, “Que se suministre apoyo a la investigación relativa a los métodos
de enseñanza interdisciplinar y la evaluación del impacto de programas
educativos pertinentes” (Salónica, 1997).
BIBLIOGRAFÍA
1. Carta de la
transdisciplinariedad de EDGAR MORIN 1994
2. La educación
ambiental en la investigación educativa: realidades y desafíos de futuro JOSÉ
ANTONIO CARIDE GÓMEZ mayo 2008.
3. Declaración de la
conferencia de las naciones unidas sobre el medioambiente humano (ESTOCOLMO,
Suecia, 5-16 de junio de 1972)
4. Política nacional
de educación ambientalista ministerio
del medio ambiente ministerio de educación nacional Bogotá, D.C., julio de
2002.
5. Pedagogía del
oprimido. PAULO FREIRE. Siglo 21 editores. Primera edición 1970.
6. Conferencia
internacional medio ambiente y sociedad: educación y sensibilización para la
sostenibilidad (SALÓNICA, Grecia, 8-12 de diciembre de 1997)
* El Autor: Magister en
Gestión Ambiental de la Pontificia Universidad Javeriana, Filósofo de la
Pontificia Universidad Javeriana, Especialista en Gerencia del Talento Humano
de la Universidad Externado, Diplomado en Gestión Humana de la UIS. Gerente de Talento
Humano, Director de Capacitación y desarrollo, Consultor empresarial y Docente
Universitario. Gerente de JOB MANAGEMENT VISION empresa de consultoría y
capacitación.
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