Para
iniciar esta breve reflexión quisiera invitarlos a responder las siguientes
preguntas: ¿Una persona competente es también talentosa? Y, ¿Las personas con
talento pueden triunfar sin un equipo que los respalde?
Los
equipos de trabajo en las organizaciones han sido el objetivo preferido, en las
últimas décadas de gurús y consultores que concluyen de modo inobjetable que se
requiere de “equipos altamente efectivos” para ser exitosos en la gestión
empresarial, se han desarrollado modelos y metodologías que entrenan las
principales habilidades requeridas para alcanzar desempeños superiores y sobresalientes
en los equipos de “alto desempeño”, se han promovido técnicas como el Outdoor
training, el aprendizaje experiencial y otras capaces de construir y promover
experiencias colectivas de aprendizaje.
Desde los
años 70, principalmente, se han multiplicado de modo exponencial los
especialistas en los temas de trabajo en equipo, liderazgo empresarial,
competencias y sobre todo en los temas relacionados con las mejores técnicas
para desarrollar el talento en las organizaciones.
Esta
riqueza de autores y la multiplicidad conceptual sobre estos temas que están relacionados
pero que son al mismo tiempo diversos, han hecho que en muchas ocasiones los
modelos y herramientas sean contradictorias y no necesariamente complementarias
como esperaríamos quienes tenemos la responsabilidad de ofrecer a la empresa un
plan de formación y desarrollo que se ajuste a la real necesidad de ser cada
vez más competitivos en un mercado que evoluciona todos los días y que nos
obliga a estar a la vanguardia en innovación.
La teoría
de competencias, por ejemplo, que nace de la intención de Mcclelland,
de entrenar para “desempeños superiores” a los colaboradores, terminó por
convertirse en una compleja red de significados y experiencia que llegan a
desvirtuar el origen mismo del término y que si bien es cierto que la mayoría
de los autores aceptan que los TRES componentes básicos de toda competencia son
el saber (conocimiento), el hacer (Habilidad) y el ser (Actitud), el
reduccionismo conceptual ha llevado a instrumentalizar cada uno de estos
componentes y causar confusión en quienes pretenden pasar por doctos en la
materia.
La
definición del término, por ejemplo, encuentra sus propios axiomas dependiendo
del autor o la corriente de pensamiento a la que pertenezca. La confusión ha
llegado a tal punto que algunos hablan de competencias del ser, del saber y del
hacer como si esto fuera posible sin perder la esencia original de lo que
significa y para lo que sirve una competencia.
Desde hace
muchos años la metodología de construcción de las competencias implicaba la
vinculación al proceso de los directivos de las compañías como garantes del
espíritu de lo que era la cultura propia que se esperaba fortalecer con un plan
de gestión por competencias. Hoy en día el diseño del modelo, incluido el
diccionario de competencias corre por cuenta de un asesor externo y en el mejor
de los casos por los profesionales de recursos humanos que se involucran en el
proceso de reflexión.
Volviendo
a la intención de la reflexión, vale la pena resaltar que las personas
competentes en la organización son valoradas porque sus resultados son
sobresalientes y marcan la diferencia con los colaboradores promedio, sin
embargo es preciso reconocer que su trabajo no lo realiza en solitario, que si
bien es cierto que tiene la capacidad de hacer las cosas desde lo mejor y
obtener resultados superiores estos no nacen únicamente del esfuerzo individual
sino que (y aquí apoyo mi tesis en las definiciones propuestas por Pilar Jericó),
para ofrecer sus resultados requiere del soporte y apoyo de otras personas de
su equipo de trabajo, es decir que sus destrezas, habilidades y conocimientos
aplicados a una labor se manifiestan sobresalientes por su capacidad pero
también porque en su gestión intervino por lo menos una persona de su equipo de
trabajo.
Ahora
bien, para que el equipo de trabajo funcione se requiere que tengamos
identificados las personas competentes que marcan la diferencia en lo que hacen
y por tanto que les ofrezcamos los recursos y apoyos que necesiten para
alcanzar los resultados esperados.
En general,
los equipos de trabajo exitosos cuentan con personas capaces y así el talento
consiste en saber aprovechar al máximo esas fortalezas que no todos tienen
desarrolladas. Se evidencia que es la contribución de cada uno de los
integrantes del equipo lo que permite alcanzar resultados superiores y
diferenciadores, aceptar que cada aporte resulta definitivo a la hora de
avanzar en la conquista de los propósitos organizacionales.
Para todos
los responsables de los procesos de selección en las empresas va un llamado a
considerar que no basta con elegir el más competente sino también el más
talentoso y eso implica evaluar sus capacidades desde la cultura organizacional
a la cual va a entrar, es decir que su gestión podrá ser exitosa en la medida
en que integre en su manera de hacer las cosas la identidad de una organización
cuyos colaboradores serán su punto de apoyo para alcanzar los grandes triunfos
para los cuales se le contrato.
El talento
se desarrolla en los equipos de trabajo a partir de la competencia de sus
integrantes, se puede ser competente de modo individual (quizá) pero el talento
siempre será la consecuencia de una gestión colectiva y el resultado de la
sumatoria de las contribuciones de los colaboradores de quienes ponen al
servicio del resultado esperado sus fortalezas y competencias.
Espero que
estas breves reflexiones nos animen a profundizar en esta discusión que sin
duda podrá tener diferentes aproximaciones que enriquezcan el concepto.
*Magister, especialista y filósofo. Gerente
de Talento humano y Consultor empresarial
Contacto:
Tel. (57 1)2 21 67 81. (57) 311 214 3825
BOGOTÁ, COLOMBIA
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