Por: José Manuel Vecino P.**
La búsqueda de mejores destinos
para la organización, el afán de permanecer en mercados turbulentos, cambiantes
y competidos y la necesidad de implementar modelos o sistemas que permitan
medir la gestión y los resultados de los colaboradores y la empresa, llevan a
la necesaria puesta en marcha de teorías gerenciales acordes a los nuevos
tiempos empresariales.
La responsabilidad gerencial, en
términos estratégicos, tienen que ver con la capacidad que poseen los
directivos de primer nivel de responder por las consecuencias de las decisiones
que toman para asegurar la permanencia y la rentabilidad de la operación; de
comprender el impacto que tendrá para sus clientes, proveedores y colaboradores
las decisiones asociadas a la implementación, o no, de iniciativas que nacen de
estrategias orientadas al crecimiento de la empresa, al ingreso a nuevos
mercados, el diseño de nuevos productos, entre otros.
Las capacidad para tomar decisiones
gerenciales es una habilidad que debe entrenarse y ser desarrollada, sin embargo,
y lamentablemente, no son muy populares las escuelas que enseñen a los
gerentes, actuales o futuros a comprender que las decisiones no solo es preciso
tomarlas, es necesario convertirlas en acciones efectivas y en un contexto
específico, lo cual significa que deben ser acertadas y oportunas ya que las
consecuencias para la organización pueden representar logros cualitativos en su
estado de resultado o bien abocarlos a crisis que implican manejos especiales.
Conocemos muchas compañías que han pasado por etapas de crisis y desierto para
convertirse a la vuelta de pocos años en líderes del mercado, reconociendo que
ese resultado fue consecuencia de las decisiones gerenciales y estratégicas que
tomó el equipo directivo.
Es claro que existe abundante
literatura sobre el tema y que muchas universidades en sus programas de
pos-grado tienen aproximaciones prácticas para entrenar los aspectos fundamentales
de la toma de decisiones. Igualmente existen modelos específicos para las
empresas, particularmente me parece muy apropiado el texto de Dave Marcum titulado “Business Think”*, especialmente
para los directivos de empresas que quieran reconocer una ruta metodológica que
ayude a tomar mejores decisiones para sus organizaciones. Invito para que
revisen cada uno de los pasos propuestos en este esquema que va desde
“olvidarse del ego” que nos invita a reconocer que no somos omnisapientes,
pasando por el efecto de la onda que nos aterriza en el impacto que pueden
tener sobre otras personas o áreas de la organización las decisiones que se
toman hasta “busque la causa no los síntomas” que implica reconocer cómo en
muchas ocasiones nuestras decisiones se orientan a resolver los sintomatologías
de problemas que casi siempre resultan mucho más complejos y en ese sentido
también nos lleva a reconocer la importancia de contar con “evidencia sólida” y
no solamente con “evidencia circunstancial” para la toma de mejores decisiones.
El cargo de Gerente tiene inmersa
la responsabilidad de asumir las consecuencias de las decisiones que van a
determinar el rumbo de una gestión específica, sea interna o externa. La
búsqueda de mejores resultados corporativos pasa por iniciativas orientadas a
mejorar los ingresos pero también por aquellas que obligan a recortar,
optimizar y racionalizar los costos y gastos de la operación y la
administración, por tanto las consecuencias pueden variar e ir desde un
acierto/desacierto al implementar una estrategia comercial hasta reconocer las
variaciones en el clima laboral, la rotación de personal y su impacto en la
gestión. Acertar en la decisión es fundamental, pero esto solo se sabrá cuando
se evidencien las consecuencias de las mismas. Simultáneamente las decisiones
deben caracterizarse por ser oportunas, lo cual es de gran valor porque de nada
sirven decisiones que pudieron ser acertadas pero se tomaron fuera de tiempo,
la extemporaneidad en la toma de decisiones tiene también consecuencias para el
cliente y demás grupos de interés.
Al Gerente se delega la toma de
decisiones que permitan a la organización navegar por aguas tranquilas, siempre
avanzando y alcanzando los resultados propuestos, es quien lleva el timón y
orienta la ruta que debe seguir para que haya menos riesgos e incertidumbre en
el camino que se recorre. Su gestión como estratega, será calificada por los
resultados, pero se entiende que será su capacidad de interpretar la realidad
la que lo lleve al puerto seguro que definió en su visión y que aseguró en las
estrategias organizacionales. El gerente entiende entonces que debe apropiarse
e involucrarse en los temas estratégicos de la empresa, que debe abandonar sin
temor las situaciones que necesitan ser resueltas y definidas por otros niveles
de tal manera que pueda concentrarse en lo importante sin distraerse en asuntos
propios de la función cotidiana de la empresa y que debe, a su vez, ser definidas
por quienes han sido nombrados para ello.
Ahora bien, si lo anterior resulta
coherente y pertinente, también es claro que cuando uno de los miembros del
equipo busca ayuda y solución en su jefe inmediato, éste debe asumir como
propia dicha situación y apoyar el proceso de toma de decisiones de tal manera
que sea una experiencia de aprendizaje donde el jefe inmediato sirvió como
entrenador a su colaborador y al mismo tiempo se asegura una acción que
beneficia a la empresa en su funcionamiento. En ocasiones algunos jefes dicen a
sus colaboradores “decida usted” “tome la mejor decisión y me cuenta” “ese tema
es su responsabilidad” etc.., y cuando ocurren errores o escalan situaciones o
problemas, es el mismo gerente quien ahora dice “Por qué no me aviso” “me
hubiera informado” “Esos temas sólo los resuelvo yo “para qué cree que estoy”,
etc. Así las cosas la toma de decisiones implica también reconocer las canchas
de juego en las cuales cada cargo tiene su propio alcance y debe ser reconocido
por cada uno de los integrantes de los equipos de trabajo.
Lo anterior invita a reflexionar sobre
las consecuencias que tiene la indecisión en la organización y en los equipos
de trabajo. En muchas ocasiones nombramos supervisores, coordinadores,
directores y hasta gerentes porque han
desarrollado un buen trabajo durante algún tiempo en la organización, sin
embargo, no siempre hacemos un proceso juicioso de calificación de las
competencias requeridas y terminamos por nombrar personas que temen a sus
equipos de trabajo o a sus jefes, personas que no toman decisiones porque no
están seguros que sea de su resorte y por tanto sus colaboradores, que notan
las consecuencias de su indecisión, terminan por consultar directamente a una
instancia superior o arriesgarse en la alternativa que consideran correcta;
igualmente, los jefes de estas personas comienzan a percatarse que su aporte es
poco o nulo en las reuniones a las que asisten, que sus equipos no les
reconocen liderazgo y por tanto se van in visibilizando y volviendo poco
relevantes de tal manera que se considera, más temprano que tarde, la salida de
esta persona de la organización.
En resumen, diría que la toma de
decisiones efectivas deben ser oportunas y acertadas especialmente en los
niveles estratégicos de la organización y que es necesario desarrollar al
interior de la empresa un programa de entrenamiento que permita fortalecer en
quienes ocupan actualmente o lo harán en el futuro los cargos de dirección, la
habilidad para tomar decisiones y convertirlas en acciones que representen
impactos positivos y sobresalientes en la gestión, la productividad y
resultados del área sobre la cual es responsable haciendo que necesariamente
impacte también en los éxitos corporativos y por tanto en la competitividad que
le permita no solo mantenerse en el mercado sino también marcar la diferencia
que necesita para ser protagonista del futuro empresarial.
* Marcum D. (2003) Business Think. Norma
**José Manuel Vecino P.: Magister en Gestión Ambiental, Especialista
en Gestión Humana, Gerente de Gestión humana, Consultor empresarial y Docente
Universitario
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