Este
es un momento histórico para las empresas y para todos los que desempeñan
funciones gerenciales por cuanto la economía mundial exige que cada vez más se
cuente con personas de alto desempeño, capaces de evidenciar competencias que
marquen la diferencia a la hora de afrontar las dificultades propias de una
economía de mercado.
Esta
reflexión pretende invitar a todos los gerentes y quienes desempeñan cargos de
dirección, a considerar la importancia de evaluar y revisar los resultados de
su gestión y si es posible crear un espacio que permita mejorar el impacto de
las decisiones que tomamos en el ejercicio de nuestra labor.
No
siempre las decisiones que tomamos en nuestra gestión son necesariamente
acertadas y en muchas ocasiones debemos retomar el antiguo camino para
encontrar el éxito que buscamos.
La
labor gerencial implica un permanente monitoreo de las consecuencias de las
decisiones que tomamos ya que en ocasiones los resultados no son los esperados y es la realidad la que nos advierte que nos
equivocamos sea por tiempo, momento o lugar.
Recordemos
que no
siempre todo lo que se puede hacer se debe hacer, y en este sentido la
toma de decisiones pasa por la diferenciación entre estos dos verbos y sus
consecuencias en la gestión que realizamos en la organización.
Cuando
hablamos del éxito de la labor gerencial con seguridad tendremos que referirnos
a uno de los factores que diferencian a un gerente exitoso de otro que no lo es
tanto y esta puede estar representada por la combinación entre la rapidez para
tomar la decisión y su efectividad.
Reconocemos
que la gestión de la gerencia se mide en resultados y en este sentido debemos
valorar:
a) Los esfuerzos que se realizan por asignar los recursos
económicos y físicos necesarios para el éxito del proyecto.
b) Las competencias de las personas que incorporamos para
apoyar la ejecución de las actividades.
c) La claridad que transmitimos a los equipos de trabajo
sobre los objetivos que deben lograrse.
Estos tres elementos nos
ayudan a entender que no necesariamente toda la gestión gerencial termina con
exitosos resultados, ya que precisamente la singularidad de las situaciones son
las que determinan que una decisión funcione en un contexto determinado y en
otro no sea así.
Cuando un gerente reconoce
que se equivocó está caminando en la dirección del mejoramiento, el problema se
presenta cuando los gerentes reconocen que sus decisiones no son adecuadas ni
acertadas y sin embargo se mantienen en el error a pesar de las consecuencias
que tendrá en la organización, en este sentido nos referimos a la soberbia gerencial que ha llevado
al cierre de muchas industrias y a la quiebra de muchas empresas.
Cuando somos los
responsables de una organización, de un proyecto, de un área o proceso y la
evidencia nos ha mostrado que en ocasiones anteriores hemos sido exitosos al
implementar determinadas soluciones, entonces debemos reconsiderar si las
nuevas soluciones y decisiones (que no están funcionando) deben ser cambiadas y
retomar los caminos ya recorridos.
Las historias empresariales
nos muestran múltiples ejemplos que invitan a reflexionar sobre la necesidad de
abandonar prácticas que no han sido exitosas y volver sobre aquellas que en su
momento permitieron el éxito y la consecución de resultados.
Una de las causas, entre
muchas otras, tiene que ver con que en ocasiones nos permitimos convivir con la
incompetencia de un equipo de colaboradores que en vez de ser un punto de apoyo
a la labor gerencial se convierten en comité de aplausos que no agrega valor a
la gestión, con lo cual el gerente pierde un punto de apoyo importante en los
procesos de evaluación y elimina el recurso de contar con un escenario que le
permita debatir y dar claridad a sus decisiones.
En ocasiones, la evidencia
nos dice que si mantenemos nuestra posición vamos directo al fracaso y con
seguridad no obtendremos los resultados definidos en nuestra planeación, por
tanto es preciso tener la capacidad de hacer un PARE que nos permita reconocer
los aspectos, factores y variables que han conducido a la situación actual,
establecer nuevos parámetros e indicadores que permitan ajustar y alinear la
dirección propuesta.
En este sentido es
fundamental no perder de vista la respuesta a las tres preguntas clásicas de
todo direccionamiento:
1. A dónde queremos
llegar? Reconocer si el camino que
estamos recorriendo nos asegura el cumplimiento de nuestra Visión y Misión.
2. Cómo lo vamos a
hacer? Qué ajustes debemos
realizar en los procesos actuales de tal manera que sean coherentes con los
propósitos.
3. Con quién lo haremos?. Evaluar si las personas que están comprometidas con el
proceso, área, proyecto o empresa tienen las competencias requeridas para hacer
eficientes los procesos y alcanzar la Visión.
¡!En
síntesis, no somos río para no devolvernos !!
Contacto:
Tel. (57 1)2 21 67 81. (57) 311 214 3825
BOGOTÁ, COLOMBIA
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