miércoles, 23 de mayo de 2018

EL TERRITORIO, ¿CONSECUENCIA DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS?




El presente escrito recupera la reflexión realizada a partir de la preocupación del territorio, su concepto y expectativa, espero resulte de interés para quienes intentan acercarse a realidades que van más allá de las fronteras organizacionales.

La preocupación de la humanidad por permanecer en el mundo, por establecer condiciones que le garanticen un hábitat y un ecosistema donde pueda desarrollar su experiencia vital, le lleva a reconocer que el tiempo y el espacio son condiciones sin las cuales le será imposible lograr este propósito. En este sentido, la presente reflexión, pretende articular no solamente los aspectos referentes a la normatividad legal acerca de la importancia que tienen los paisajes para el desarrollo del territorio, sino que incluye a la historia como elemento que permite reconocer el impacto que la acción del hombre ha causado a través del tiempo en los diferentes territorios y la manera como ha transformado el paisaje llevándolo a reconocer que no basta con declarar algunos espacios como áreas protegidas ya que la evidencia dice que al final la conectividad en el territorio es una experiencia que recorre todos los puntos de encuentro y de esta manera estamos hablando entonces que no sólo es la historia (en términos de tiempo) la que afecta, sino también los espacios habitados o no habitados, los terrenos donde el ser humano ha desarrollado su experiencia vital y que le lleva a convertir el territorio en un corredor donde transita, de modo objetivo y subjetivo, por la superficie y por debajo de ella la vida como permanente desafío a los esfuerzos humanos por destruir, transformar y acabar con los entornos.

El territorio impacta en la persona y marca el origen de la cultura y más aún del pensamiento, en razón a las variables geográficas en las cuales se desenvuelven los patrones de conocimiento. En este sentido los marcos conceptuales permiten comprender que la identidad de las personas y de los grupos humanos que conforman las sociedades tienen relación no sólo con los paisajes que han sido determinados por acciones que pretenden favorecer la supervivencia de la especie sino que se apoya también en un modelo ético que desnaturaliza el territorio y trasmuta su sentido original y lo lleva a ser sólo un objeto de uso para las necesidades creadas por el entorno socio cultural.

El paisaje, como realidad ontológica, deja de ser una representación necesaria, tal como lo asevera Durkheim sino que se define como un eje que facilita la experiencia de los colectivos humanos que se determinan por la apropiación que hace de su territorio y de representación se convierte en la identidad que “no  es  otra  cosa  que  aquello  que  nos  diferencia  de  los  otros  tanto  en  el  ámbito individual  como  colectivo.”(Soto, 2006). Este componente nos lleva a descubrir que la identidad cultural pasa por la identidad territorial que condiciona la mirada que el sujeto desarrolla sobre el mundo en tanto que el pensamiento se determina también por la geografía en la cual crecen la relaciones sociales.

Las políticas sobre la promoción y conservación de los paisajes deberían ser más estatales que gubernamentales, sin embargo la realidad nos dice que lo político direcciona las decisiones que respecto a estos temas se toman. La evidencia nos dice que la conservación territorial está acompañada de un sustento teórico que pretende cumplir con los acuerdos internacionales y al mismo tiempo generar alternativas viables de sustentabilidad, sin embargo todos estos acuerdos y acciones sobre el paisaje están condicionadas por los modelos económicos en los cuales se fundamenta la ley que pretende proteger el territorio señalado. En este sentido vale la pena revisar las diferentes declaraciones emanadas de encuentros tales como los de Rio, los acuerdos de conservación de fauna y flora (p.e. el firmado entre Perú y Brasil en 2003) y las diferentes normatividades de uso del suelo que se consignan en las leyes de los distintos países que han avanzado en este tema, en el caso colombiano se parte de la ley188 de 1947 y hasta el decreto 2811 de 1974 donde se adopta el código nacional de recursos naturales renovables… esto entre muchas iniciativas legales que recibe su mayor impulso con la constitución del 91.

El marco geográfico en el cual se desarrolla un esquema de protección territorial, por ejemplo, termina siendo una iniciativa que desconoce los ejes causales de la realidad que se pretende trabajar, cuidar o desarrollar, es decir que la mirada sobre el territorio es más casuística que hermenéutica en razón a que establece parámetros que cortan la realidad y desconoce las causas históricas y espaciales del fenómeno definido. A pesar entonces de las leyes y de los marcos legales la geografía sigue siendo manejadas de acuerdo a los intereses particulares en detrimento de los objetivos de conservación planteados, por lo menos es la evidencia documental que los medios nos presentan.

Entre muchas situaciones, hechos y realidades del manejo que se hace del territorio, considero oportuno mencionar un ejemplo de esto que tiene que ver con los esfuerzos municipales que hace Tocancipá (Municipio cercano a Bogotá) con relación a los procesos de descontaminación del río Bogotá, el cual establece un límite de responsabilidad para la ejecución de las iniciativas de limpieza del río (el informe de gestión ambiental de 2009 así lo confirma), en este sentido su acción es descontextualizada y de alguna manera incompleta en razón a que su responsabilidad tiene un comienzo y un final. Este modelo nos representa indudablemente un ejemplo claro del reduccionismo conceptual donde lo político ignora lo estatal y donde lo parcial olvida la totalidad.  Se trata entonces de verificar que las autoridades ambientales y políticas aún no logran consolidar un marco de acción que integre el contexto total de la realidad que intervienen y establecen acciones cuyo impacto se diluye en la realidad. Este pequeño pero significativo ejemplo permite afianzar la idea que nos invita a considerar la necesidad de ampliar nuestros límites de pensamiento como gestores ambientales por cuanto es una evidencia de la contradicción que existe entre el deber ser y la realidad inobjetable que nos permite anticipar que el mismo modelo se aplica a la conservación de bosques y el cuidado de los demás recursos ambientales propios de la región.
Un tema que me parece importante abordar en este ensayo, tiene que ver con el tema del desarrollo social en detrimento de la conservación territorial, de hecho es una preocupación que surge cuando se escucha el discurso de la competitividad como nación, de la acción transformadora del sistema nacional de vías y del incremento de carreteras requeridas para el fortalecimiento del transporte de las cargas tanto del campo a la ciudad como de las ciudades a los puertos y viceversa, lo cual nos anima a preguntarnos por los estudios que se realizan en estos proyectos y si la línea de base tiene valor para los interventores que garantizan que los impactos en los ecosistemas no generen cambios dramáticos.

Por otra parte, recurriendo a la memoria histórica de la nación, la evidencia nos dice que las trasformaciones de los territorios y los impactos respectivos sobre  los ecosistemas han ocurrido como consecuencia natural de los proyectos de urbanización y en aras del llamado desarrollo humano, lo cual ha implicado no sólo la transformación de la tierra para usos agrícolas y ganaderos sino también en la construcción de caminos y carreteras que separan y dividen ecosistemas que durante siglos hicieron parte de un solo paisaje, en este sentido se afecta la conectividad y se modifican las realidades territoriales. El desarrollo humano, tal como lo entiende el BID tiene que ver precisamente con la capacidad que tiene una nación de crear y mantener condiciones que aseguren en la población no sólo su supervivencia sino que promueva la calidad de vida como razón de ser del ser humano y por tanto con acceso a salud, educación, alimentación, recreación y todas las condiciones que aseguren su bienestar individual y colectivo. En este sentido las naciones asumen la responsabilidad de establecer planes y programas que les permitan aprovechar los recursos naturales en beneficio de las personas que habitan el territorio.

Ahora bien, la reflexión debe señalar también, de modo somero pero específico, que no se trata de hallar responsables de la destrucción de los bosques, de la contaminación de los ríos y la atmósfera, de la desertificación, etc.., son realidades en las cuales se vive el día a día de los campesinos, los indígenas y los citadinos, cada uno de ellos aborda su realidad física y biótica desde su misma circunstancia y sin embargo la pregunta es por la acción requerida y necesaria, por las decisiones que urgen para asegurar procesos de recuperación, mejoramiento y en últimas de mantenimiento de las condiciones que permitan asegurar que el uso de los suelos tienen la esperanza de conservarse como alternativa frente a la desaforada carrera por querer urbanizar lo rural y asegurar así que lo económico sigue siendo la prioridad en la relación hombre naturaleza.

Brevemente, para ir aproximando un final a esta reflexión, quiero considerar unas palabras sobre la necesidad de cerrar la brecha entre lo natural y lo social, entre la técnica y la naturaleza y en general entre todo aquello que significa mantener la distancia entre lo real y lo posible y entender que al final el texto es también el pretexto donde se incuba la afirmación de la negación. Las políticas de conservación del territorio continúan siendo, a mi modo de ver, un desiderátum con muchos seguidores y con esfuerzos responsables pero quizá insuficientes con relación al resultado que se espera para una nación como la nuestra que cada día más comprende la importancia de diseñar y promover iniciativas orientadas al desarrollo de acciones capaces de asegurar un ambiente que vaya más allá de lo inmediato, y por ello finalizo con el punto 2 del artículo 1 de la ley 99 que dice “  La  biodiversidad  del  país,  por  ser  patrimonio  nacional  y  de  interés  de  la  humanidad,  deberá  ser  protegida prioritariamente y aprovechada en forma sostenible”.



*José Manuel Vecino P. Magister en Gestión Ambiental, Especialista en Gestión Humana, Gerente de Gestión human, Consultor empresarial y Docente Universitario.

Contacto:
Tel. (57 1)2 21 67 81.  (57) 311 214 3825
BOGOTÁ, COLOMBIA


No hay comentarios:

Publicar un comentario

eBook GERENCIA DE LA CAPACITACIÓN