El presente escrito
recupera la reflexión realizada a partir de la preocupación del territorio, su
concepto y expectativa, espero resulte de interés para quienes intentan
acercarse a realidades que van más allá de las fronteras organizacionales.
La preocupación de la humanidad
por permanecer en el mundo, por establecer condiciones que le garanticen un
hábitat y un ecosistema donde pueda desarrollar su experiencia vital, le lleva a
reconocer que el tiempo y el espacio son condiciones sin las cuales le será
imposible lograr este propósito. En este sentido, la presente reflexión,
pretende articular no solamente los aspectos referentes a la normatividad legal
acerca de la importancia que tienen los paisajes para el desarrollo del
territorio, sino que incluye a la historia como elemento que permite reconocer
el impacto que la acción del hombre ha causado a través del tiempo en los
diferentes territorios y la manera como ha transformado el paisaje llevándolo a
reconocer que no basta con declarar algunos espacios como áreas protegidas ya
que la evidencia dice que al final la conectividad en el territorio es una
experiencia que recorre todos los puntos de encuentro y de esta manera estamos
hablando entonces que no sólo es la historia (en términos de tiempo) la que
afecta, sino también los espacios habitados o no habitados, los terrenos donde
el ser humano ha desarrollado su experiencia vital y que le lleva a convertir
el territorio en un corredor donde transita, de modo objetivo y subjetivo, por
la superficie y por debajo de ella la vida como permanente desafío a los
esfuerzos humanos por destruir, transformar y acabar con los entornos.
El territorio impacta en
la persona y marca el origen de la cultura y más aún del pensamiento, en razón
a las variables geográficas en las cuales se desenvuelven los patrones de
conocimiento. En este sentido los marcos conceptuales permiten comprender que la
identidad de las personas y de los grupos humanos que conforman las sociedades
tienen relación no sólo con los paisajes que han sido determinados por acciones
que pretenden favorecer la supervivencia de la especie sino que se apoya
también en un modelo ético que desnaturaliza el territorio y trasmuta su
sentido original y lo lleva a ser sólo un objeto de uso para las necesidades
creadas por el entorno socio cultural.
El paisaje, como realidad
ontológica, deja de ser una representación necesaria, tal como lo asevera Durkheim
sino que se define como un eje que facilita la experiencia de los colectivos
humanos que se determinan por la apropiación que hace de su territorio y de
representación se convierte en la identidad que “no es
otra cosa que
aquello que nos
diferencia de los
otros tanto en
el ámbito individual como
colectivo.”(Soto, 2006). Este componente nos lleva a descubrir que la
identidad cultural pasa por la identidad territorial que condiciona la mirada
que el sujeto desarrolla sobre el mundo en tanto que el pensamiento se
determina también por la geografía en la cual crecen la relaciones sociales.
Las
políticas sobre la promoción y conservación de los paisajes deberían ser más
estatales que gubernamentales, sin embargo la realidad nos dice que lo político
direcciona las decisiones que respecto a estos temas se toman. La evidencia nos
dice que la conservación territorial está acompañada de un sustento teórico que
pretende cumplir con los acuerdos internacionales y al mismo tiempo generar
alternativas viables de sustentabilidad, sin embargo todos estos acuerdos y
acciones sobre el paisaje están condicionadas por los modelos económicos en los
cuales se fundamenta la ley que pretende proteger el territorio señalado. En
este sentido vale la pena revisar las diferentes declaraciones emanadas de
encuentros tales como los de Rio, los acuerdos de conservación de fauna y flora
(p.e. el firmado entre Perú y Brasil en 2003) y las diferentes normatividades
de uso del suelo que se consignan en las leyes de los distintos países que han
avanzado en este tema, en el caso colombiano se parte de la ley188 de 1947 y
hasta el decreto 2811 de 1974 donde se adopta el código nacional de recursos
naturales renovables… esto entre muchas iniciativas legales que recibe su mayor
impulso con la constitución del 91.
El
marco geográfico en el cual se desarrolla un esquema de protección territorial,
por ejemplo, termina siendo una iniciativa que desconoce los ejes causales de
la realidad que se pretende trabajar, cuidar o desarrollar, es decir que la
mirada sobre el territorio es más casuística que hermenéutica en razón a que
establece parámetros que cortan la realidad y desconoce las causas históricas y
espaciales del fenómeno definido. A pesar entonces de las leyes y de los marcos
legales la geografía sigue siendo manejadas de acuerdo a los intereses
particulares en detrimento de los objetivos de conservación planteados, por lo
menos es la evidencia documental que los medios nos presentan.
Entre
muchas situaciones, hechos y realidades del manejo que se hace del territorio,
considero oportuno mencionar un ejemplo de esto que tiene que ver con los
esfuerzos municipales que hace Tocancipá (Municipio cercano a Bogotá) con
relación a los procesos de descontaminación del río Bogotá, el cual establece
un límite de responsabilidad para la ejecución de las iniciativas de limpieza
del río (el informe de gestión ambiental de 2009 así lo confirma), en este
sentido su acción es descontextualizada y de alguna manera incompleta en razón
a que su responsabilidad tiene un comienzo y un final. Este modelo nos
representa indudablemente un ejemplo claro del reduccionismo conceptual donde
lo político ignora lo estatal y donde lo parcial olvida la totalidad. Se trata entonces de verificar que las
autoridades ambientales y políticas aún no logran consolidar un marco de acción
que integre el contexto total de la realidad que intervienen y establecen
acciones cuyo impacto se diluye en la realidad. Este pequeño pero significativo
ejemplo permite afianzar la idea que nos invita a considerar la necesidad de
ampliar nuestros límites de pensamiento como gestores ambientales por cuanto es
una evidencia de la contradicción que existe entre el deber ser y la realidad
inobjetable que nos permite anticipar que el mismo modelo se aplica a la
conservación de bosques y el cuidado de los demás recursos ambientales propios
de la región.
Un
tema que me parece importante abordar en este ensayo, tiene que ver con el tema
del desarrollo social en detrimento de la conservación territorial, de hecho es
una preocupación que surge cuando se escucha el discurso de la competitividad
como nación, de la acción transformadora del sistema nacional de vías y del
incremento de carreteras requeridas para el fortalecimiento del transporte de
las cargas tanto del campo a la ciudad como de las ciudades a los puertos y
viceversa, lo cual nos anima a preguntarnos por los estudios que se realizan en
estos proyectos y si la línea de base tiene valor para los interventores que
garantizan que los impactos en los ecosistemas no generen cambios dramáticos.
Por
otra parte, recurriendo a la memoria histórica de la nación, la evidencia nos
dice que las trasformaciones de los territorios y los impactos respectivos
sobre los ecosistemas han ocurrido como
consecuencia natural de los proyectos de urbanización y en aras del llamado
desarrollo humano, lo cual ha implicado no sólo la transformación de la tierra
para usos agrícolas y ganaderos sino también en la construcción de caminos y
carreteras que separan y dividen ecosistemas que durante siglos hicieron parte
de un solo paisaje, en este sentido se afecta la conectividad y se modifican
las realidades territoriales. El desarrollo humano, tal como lo entiende el BID
tiene que ver precisamente con la capacidad que tiene una nación de crear y
mantener condiciones que aseguren en la población no sólo su supervivencia sino
que promueva la calidad de vida como razón de ser del ser humano y por tanto
con acceso a salud, educación, alimentación, recreación y todas las condiciones
que aseguren su bienestar individual y colectivo. En este sentido las naciones
asumen la responsabilidad de establecer planes y programas que les permitan
aprovechar los recursos naturales en beneficio de las personas que habitan el
territorio.
Ahora
bien, la reflexión debe señalar también, de modo somero pero específico, que no
se trata de hallar responsables de la destrucción de los bosques, de la
contaminación de los ríos y la atmósfera, de la desertificación, etc.., son
realidades en las cuales se vive el día a día de los campesinos, los indígenas
y los citadinos, cada uno de ellos aborda su realidad física y biótica desde su
misma circunstancia y sin embargo la pregunta es por la acción requerida y
necesaria, por las decisiones que urgen para asegurar procesos de recuperación,
mejoramiento y en últimas de mantenimiento de las condiciones que permitan
asegurar que el uso de los suelos tienen la esperanza de conservarse como
alternativa frente a la desaforada carrera por querer urbanizar lo rural y
asegurar así que lo económico sigue siendo la prioridad en la relación hombre
naturaleza.
Brevemente,
para ir aproximando un final a esta reflexión, quiero considerar unas palabras
sobre la necesidad de cerrar la brecha entre lo natural y lo social, entre la
técnica y la naturaleza y en general entre todo aquello que significa mantener
la distancia entre lo real y lo posible y entender que al final el texto es
también el pretexto donde se incuba la afirmación de la negación. Las políticas
de conservación del territorio continúan siendo, a mi modo de ver, un
desiderátum con muchos seguidores y con esfuerzos responsables pero quizá
insuficientes con relación al resultado que se espera para una nación como la
nuestra que cada día más comprende la importancia de diseñar y promover
iniciativas orientadas al desarrollo de acciones capaces de asegurar un
ambiente que vaya más allá de lo inmediato, y por ello finalizo con el punto 2
del artículo 1 de la ley 99 que dice “
La biodiversidad del
país, por ser
patrimonio nacional y
de interés de
la humanidad, deberá
ser protegida prioritariamente y
aprovechada en forma sostenible”.
*José Manuel Vecino P.
Magister en Gestión Ambiental, Especialista en Gestión Humana, Gerente
de Gestión human, Consultor empresarial y Docente Universitario.
Contacto:
Tel. (57 1)2 21 67 81. (57) 311 214 3825
BOGOTÁ, COLOMBIA
No hay comentarios:
Publicar un comentario